Microrrelatos de cuarentena VI. La maldad del más pequeño

 

Soy el menor de cinco hermanos, pero nunca tuve problema con eso. El mayor es un poco arrogante, se cree mejor que los demás, pero solo hay que fijarse en las dos familias de arriba para ver que, en realidad, no es tan «cool» como se cree. Aunque he intentado bajarle las ínfulas de grandeza, siempre ignora mis palabras.

—¿Qué sabrá el enano? —Es su respuesta en todas las ocasiones.

Por eso, de vez en cuando le hago ver que el tamaño no importa, sino la astucia para manejar las cosas a tu antojo. No hay que destacar siempre, sino pasar desapercibido, y cuando parece que se han olvidado de ti: ¡plas! Salir con todo.

Me explico:

El hombre, llamémosle señor X, llega a casa después de un largo día de trabajo. Está distraído pensando en la conversación que ha tenido esa mañana con su jefe; no estaba muy contento con él, y no hace más que darle vueltas a sus palabras. Se quita la chaqueta, los zapatos y se dirige a la habitación sin pensar mucho en lo que hace y por dónde va. Ese es mi momento. Elijo una esquina, un pico, el más punzante que vea y…

—¡Ostia! ¡Joder! ¡Mierda!

El dolor recorre todo el cuerpo del señor X y, si consigo que el golpe sea lo suficientemente fuerte, puedo hacer hasta que llore. Sonrío de satisfacción cuando me masajea durante varios minutos, y el orgullo por el trabajo bien hecho me invade.

No he necesitado mucho; con un solo instante consigo que me tenga bien presente en los próximos días. Se preocupa por mí y mantiene una prudente distancia de seguridad con todos los muebles. Algunas veces le recuerdo mi presencia con otro encontronazo nocturno, cuando tiene la vejiga llena y va al baño a oscuras. Confieso que esos son de mis favoritos: con alevosía y nocturnidad. Maravillosos.

Puede que yo no sea tan sofisticado como los vecinos de arriba, o tan elegante como los pequeños de esas familias; que se yerguen mientras beben, los muy esnobs. Pero nadie podrá negar mi don para hacerte ver las estrellas cuando menos te lo esperas.

*

La premisa para este microrrelato era que tenía que tener las palabras conversación, dolor y chaqueta. La verdad es que no sé muy bien cómo llegué a hilar las palabras de esa manera para que terminase saliendo este relato, pero es uno de los que más me gustan. Creo que tiene toda la esencia de los microrrelatos: un final que uno no se espera y el título forma parte de la historia.

Espero que os haya gustado.

*

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Si quieres leer más textos originales escritos por la autora de este blog, puedes encontrarlos todos en este enlace: Relatos

¡Un saludo!



 

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